No tenía pensado escribir este articulo y me hubiese gustado no tener que escribirlo nunca. Porque nace de una tristeza enorme. Un sentimiento profundo que siento ultimamente cuando veo en lo que nos vamos convirtiendo, cuando veo el poder tan grande que tiene un virus de separarnos. Ya no somos hermanos, hijos, padres o amigos. Quieras o no, estás en un bando o en otro.¿ Qué importa que todos nacemos libres y con derecho al libre albedrio? Para nada es importante en estos momentos. ¿Estás del otro lado? Que pena me das, lo siento por ti, pero prefiero alejarme, eres el enemigo. Hace poco tiempo atrás te consideraba mi amigo, pero se me olvidó todo lo bueno que hemos vivido juntos.

Esto lo veo todos los dias. Y me invade un sentimiento de profunda frustración e impotencia. Acaso nos hemos olvidado que somos seres humanos llenos de amor, capaces de sentir empatía  y deseando ayudar al que lo necesita? Solo nos ha quedado el odio, el enseñar con el dedo y juzgar?

Estés del lado que estés, seguramente tienes motivos para estar ahí. ¿Quien soy yo para juzgarte?

Hoy he leido un hermoso poema escrito por Valerie Cox, que en su versión original se llama «The cookie thief» (por si le quieres echar un vistazo) y que quiero compartir con vosotros. Os lo dejo como cuento, creo que puede ilustrar perfectamente el mensaje que quiero transmitir.

EL LADRÓN DE GALLETAS (un cuento que nos enseña con que facilidad podemos obviar lo equivocados que podemos llegar a ser)

Una mujer esperaba una noche en un aeropuerto a que llegase su hora de embarcar. Entró en la tienda del aeropuerto y escogió un libro, compró una bolsa de galletas y buscó dónde sentarse.

 Estaba absorta en el libro cuando vio que el hombre que tenía al lado, con todo descaro, sacaba una galleta de la bolsa que estaba entre los dos, y ella simuló no percatarse para evitar una escena.

Ella leía, comía las galletas y miraba el reloj, mientras el «ladrón de galletas» le consumía las provisiones. A medida que pasaban los minutos se irritaba cada vez más, pensando: «¡Si no fuera tan educada, le pondría un ojo morado!».

Por cada galleta que ella sacaba, él sacaba otra. Cuando sólo quedó una, se preguntó qué haría él. Con una sonrisa en la cara y una risa nerviosa, el ladrón sacó la última galleta y la partió por la mitad. Le ofreció a ella una parte mientras se comía la otra.

Ella se la arrebató mientras pensaba:

«¡Ay hermano, qué descarado es este tipo, y qué grosero, pues no ha mostrado el menor agradecimiento!».

La mujer nunca había sentido tanta rabia, y suspiró aliviada cuando llamaron para embarcar.

Recogió sus cosas y fue hacia la puerta negándose a volverse y mirar al «ingrato ladrón». Subió al avión y se hundió en su asiento, y buscó el libro, que casi había terminado. Al hurgar en el equipaje, ahogó un grito de asombro. ¡Allí, ante sus ojos, estaba su bolsa de galletas!

«Si éstas son las mías – gimió con desesperación – ¡entonces las otras eran suyas y él trataba de compartirlas!»

Demasiado tarde para disculparse, comprendió con dolor que :

¡era ella la grosera, la ingrata… la ladrona!

(cuento encontrado en la web de Plenicidad)

Es un cuento precioso que nos quiere enseñar que por muy seguros que estemos de tener razón, existe la posibilidad de estar equivocados. Decia Mark Twain :» Cada vez que te encuentres del lado de la mayoría, es momento de hacer una pausa y reflexionar.» Reflexionemos. Porque hemos olvidado pensar por nosotros mismos y dejamos que otros controlen nuestra mente sutilmente y diríjan nuestras vidas.

Miremos dentro de nuestro corazón para recordar que todos somos uno. Que cada uno, esté de un lado u otro, tiene sus miedos, sus creencias, sus circunstancias. Y para él son tan válidas como lo son para ti las tuyas. No nos olvidemos que somos creadores del mundo en el que vivimos, con cada pensamiento, pequeño gesto o acción. Podemos cambiar vidas con una sonrisa. Pero si nos centramos en el odio y el rencor, será lo que tendremos. ¿De verdad queremos vivir en un mundo asi? Y lo peor, ¿ es así el mundo que nos imaginamos para nuestros hijos??

Piénsalo desde el corazón. Porque estoy segura que solamente desde ahí, volverás a ver la belleza y la bondad del ser humano.

«Es difícil encontrar la felicidad dentro de uno mismo, pero es imposible encontrarla en otro lugar.»

Schopenhauer

 

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